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Cómo saber si necesitas una reestructuración organizativa

noviembre 11, 2025

Tabla de contenidos

Muchas empresas arrastran estructuras que no se corresponden con su volumen actual. No porque lo hayan decidido, sino porque nunca se han parado a revisarlas. Es decir, necesitan una reestructuración organizativa.

El resultado: una organización lenta, costosa y poco eficiente, que drena rentabilidad cada mes y frena el crecimiento. Una reestructuración organizativa no siempre significa recortar personal: se trata de rediseñar la empresa para que sea ágil, rentable y coherente con el mercado actual.

¿Qué significa tener una estructura organizativa pesada?

Una estructura pesada no es simplemente “tener demasiada gente”. Se trata de un diseño organizativo que consume más de lo que tu negocio puede sostener con rentabilidad:

  • Más niveles jerárquicos de los necesarios.
  • Tareas duplicadas que no aportan valor.
  • Tiempo excesivo en coordinación interna.
  • Departamentos diseñados para un volumen que ya no existe.
  • Capas históricas que se mantienen sin rediseño funcional.

En definitiva, una estructura pesada es como conducir con el freno de mano puesto: avanzas, pero con mucho más esfuerzo y menos rentabilidad. empresarial no es un concepto teórico. Se traduce en más margen, menos retrasos, mayor fiabilidad y clientes más satisfechos. En un mercado cada vez más competitivo, la productividad es la línea que separa a las empresas que crecen de las que sobreviven con dificultad

Señales claras de que tu estructura te está frenando

Si reconoces varios de estos síntomas, tu organización probablemente necesita una reestructuración organizativa:

  • Costes fijos superiores al 25%-30% de las ventas.
  • Reuniones interminables para decidir lo simple.
  • Lentitud ante cambios de cliente o mercado.
  • Roles difusos y duplicados.
  • Mandos intermedios reactivos, sin foco en productividad.
  • Procesos de validación excesivos.
  • Duplicidad entre central y planta.
  • Sensación de estar “ocupados”, pero sin resultados.

Estos puntos reflejan que la empresa está más centrada en sostener su propia estructura que en generar valor real para el cliente.

Por qué ocurre este sobredimensionamiento

La mayoría de estructuras crecen “por capas”. Se añaden departamentos, coordinadores y mandos a medida que la empresa crece, pero pocas veces se revisan cuando el mercado cambia.

  • Crecimiento pasado que ya no se sostiene.
  • Departamentos creados para proyectos que acabaron.
  • Duplicidades heredadas.
  • Cultura de control más que de eficiencia.
  • Miedo a recortar “por si acaso”.

Como recuerda El Economista, España ha perdido competitividad en los últimos años por estructuras poco productivas

El impacto en tu empresa

El impacto de una estructura organizativa pesada se deja sentir en todas las áreas de la empresa. En rentabilidad, porque los costes fijos se vuelven desproporcionados para el margen que realmente se genera. En productividad, porque se consumen horas en tareas internas que no aportan valor operativo.

La toma de decisiones se vuelve lenta y burocrática, lo que afecta directamente a la agilidad. Los clientes también lo notan: procesos rígidos y errores derivados de una organización sobredimensionada. Y, por último, el talento se resiente con roles vacíos de propósito y equipos desmotivados.

En resumen: las estructuras sobredimensionadas matan empresas ágiles.

Plan de acción para aligerar la estructura

Una reestructuración organizativa no tiene por qué ser traumática. Aquí una hoja de ruta práctica:

No basta con mirar el organigrama en PowerPoint. Hay que descender a la realidad y mapear funciones, jerarquías y ratios de personal indirecto frente a operativo. Esto significa observar quién hace qué, para qué y cuánto aporta. Muchas veces aparecen roles creados por inercia o áreas sobredimensionadas que consumen recursos sin generar valor.

Indicador crítico: si el personal indirecto supera el 35% del total, la empresa está arrastrando un sobrepeso organizativo que tarde o temprano se refleja en la rentabilidad.

El peso de la estructura no se mide solo en personas, sino en euros. Suma todos los costes fijos vinculados a mandos, administrativos, coordinación, oficinas y servicios generales. Divídelos entre el margen bruto generado y tendrás una visión real de cuánto lastra tu estructura al negocio.

Regla práctica: si el coste estructural supera el 20% del margen bruto, hay un problema serio de eficiencia que conviene atacar cuanto antes.

Muchas empresas mantienen capas de control que no añaden valor. El mejor antídoto es una matriz RACI (Responsable, Aprobador, Consultado, Informado) aplicada a los procesos clave. Así podrás ver cuántas personas participan en una misma tarea, dónde se producen microcontroles y qué pasos podrían eliminarse sin afectar al resultado.

Este ejercicio destapa duplicidades entre áreas y libera horas que hoy se malgastan en validaciones innecesarias. En definitiva, te permite una óptima reestructuración organizativa.

Cada puesto debe justificar su existencia con un criterio objetivo: generar valor al cliente, mejorar la eficiencia o soportar el crecimiento real del negocio. Si un rol no cumple con ninguno de estos tres, probablemente sea una capa añadida que conviene rediseñar o eliminar.

El objetivo es construir una organización ligera, orientada al valor y alineada con la estrategia de la empresa.

Los mandos intermedios no pueden ser simples “gestores de correos” ni transmisores de información. Deben recuperar su función real: liderar operaciones, controlar indicadores de productividad, supervisar directamente al equipo y activar mejoras sencillas en el día a día.

Si el mando intermedio dedica más tiempo a reuniones que a la planta, la productividad siempre se resentirá.

Menos comités y más rutinas de gestión ágiles. Define una cadencia semanal muy simple con tres preguntas:

  1. ¿Qué se ha conseguido?
  2. ¿Dónde están los bloqueos?
  3. ¿Qué vamos a mejorar esta semana?

Con tableros visuales o reuniones de 15 minutos, toda la organización gana claridad y foco. Elimina burocracia, conserva lo esencial y convierte las reuniones en espacios de decisión real, no de discurso.

Riesgos ocultos y cómo evitarlos

En cualquier proceso de reestructuración organizativa surgen obstáculos que conviene anticipar. La resistencia interna es frecuente, por lo que resulta clave involucrar a mandos y referentes en el rediseño para ganar legitimidad. La falta de datos fiables también puede distorsionar el análisis, y en esos casos la observación directa y las entrevistas aportan la visión que las cifras no muestran.

Finalmente, el miedo a perder el control se combate reforzando la disciplina operativa con indicadores visuales y rutinas de seguimiento breves, que den confianza y aseguren que nada quede fuera de control.

Qué puedes ganar

  • Reducción inmediata de costes estructurales.
  • Mayor claridad de roles y responsabilidades.
  • Productividad directa e indirecta.
  • Agilidad en la toma de decisiones.
  • Equipos más motivados y alineados.

Como destaca Cinco Días, la productividad en España sigue siendo “esquiva” pese al crecimiento, lo que refuerza la necesidad de revisar la estructura.

Conclusión: tu estructura debe ser un exoesqueleto, no una carga

La organización debe ayudarte a crecer, no frenarte. Si hoy tienes una estructura más compleja o más cara de lo que tu volumen necesita, no se trata de crecer para justificarla, sino de rediseñarla para recuperar rentabilidad y agilidad.

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